Aristóteles, en su obra Política, Libro I, Capítulo I, señala “ es evidente la razón por la cual el hombre es un animal político, aún en mayor grado que las abejas y cuantos animales viven en asociación. La naturaleza, como decimos, no hace nada en balde. Sólo el hombre, entre todos los animales, posee el uso de la palabra; la voz ( no la palabra) se les ha concedido también a los animales, porque es el signo del dolor y del placer.
Todos los animales están organizados para experimentar sentimientos de dolor y de placer y dárselo a entender a unos y otros; pero la palabra tiene por objeto hacer comprender lo que es útil o perjudicial y, por consiguiente, justo e injusto. Lo que distingue singularmente al hombre es su conocimiento del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, como todos los sentimientos cuya comunicación constituye precisamente la familia del Estado”. En el orden natural el Estado, está por encima de la familia y por encima de cada individuo, porque al no poder bastarse a sí mismo cada individuo aislado, la naturaleza inclina a todos los hombres a tal asociación, hablar del hombre político, es decir que tiende a vivir en sociedad, en el Estado, el hombre tiende a vivir en, por y para la sociedad; en, por y para el Estado.
Los sujetos participantes en la política son individuos reales, participan como miembros de un grupo social determinado, al actual defienden los intereses comunes del grupo social correspondiente en sus relaciones con el Estado, con otras clases sociales, con otros pueblos, con otras naciones.
La política y la moral son formas de comportamiento que no pueden identificarse. Ni la política puede absorber a la moral, ni esta puede ser reducida a la política, existen dos posiciones extremas acerca de las relaciones entre estos comportamientos:
1. Moralista abstracto: esta clase de individuo juzga los actos políticos sólo con criterio moralizante. Aprueba, sólo los actos que pueden ser alcanzados por medios puros, que no intranquilizan la conciencia moral, esta posición conduce a una reducción de la política a la moral.
2. Realismo político: es hacer de la política una esfera autónoma, y no limitarla a los buenos deseos, aquí es la búsqueda de ciertos efectos a cualquier precio, cualesquiera que sean los medios a que haya que recurrir, esta postura en el terreno de la política internacional, origina el egoísmo nacional, sobre cualquier otro objetivo, y a la justificación de cualquier medio para satisfacerlo; la agresión, la presión, la violencia, la violación de todos los derechos, etc.
El hombre es un ser social, forzado a desenvolverse siempre individual y socialmente, con su interés tanto personal como colectivo, no puede dejar de actuar, a la vez moral y políticamente. La moral y la política se hallan en una relación mutua, pero la forma concreta que adopte esa relación, dependerá del modo como en la sociedad, se den las relaciones entre lo individual y lo colectivo, o entre la vida pública y la privada.
El hombre actual no puede renunciar a la moral, ya que ésta siempre responde a una necesidad social; que es lograr la cohesión entre los sujeto socialmente, y tampoco por lo menos en un futuro previsible a la política, ya que ésta también responde a una necesidad social. Pero, en una sociedad superior, sus relaciones han de caracterizarse por ser concordantes sin la pérdida de su ámbito propio y muy particular. Por tanto, ni renuncia a la política a favor de la moral, ni excluye a la moral a favor de la política.
La política, intenta regular las relaciones no ya del individuo y las demás personas, sino las interdependencias entre grupos humanos.
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